«iAndreu» en Ara
Treballo de nit
Optimistas a pesar de todo
Alguien que sepa del tema, alguien preparado y con estudios superiores, debería analizar seriamente el tema del optimismo. Esa energía mental y vital que nos hace esperar lo mejor a pesar de estar «en lo peor» tras comprobarlo día a día, noticia a noticia. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo podemos esperar una mejoría, cuando los que deberían allanar el terreno, solucionar las cosas, se empeñan patológicamente en hacerlo cada vez más impracticable? ¿Cómo puedes ser optimista, viendo la que ha liado Gallardón con una ley del aborto de los años setenta? Pues, por increíble que parezca, somos optimistas. Yo mismo mandé un guasap para fin de año con una flecha señalando hacia arriba y una frase: «Este año, sí». Vale, llevaba una buena dosis de sorna, pero en lo más profundo de mis deseos, una pequeña luz me empujaba a desear que las cosas fueran bien. Quería compartir ese sentimiento, muchos lo hicieron. ¿Desear cosas buenas es de optimistas o más bien un reflejo de supervivencia? Otra pregunta para el estudioso del tema. Me viene otra sentencia a la cabeza: el optimista es un pesimista mal informado. ¡No! Hoy me niego a entrar en ese juego. La gente no se informa tanto como creemos los que trabajamos en este gremio. Este frenesí que nos sacude a los de los medios (y que ahora ha enloquecido con las redes sociales), no afecta tanto a la población en general. La gente tiene muchas cosas que hacer, no compra demasiada prensa y lleva otro ritmo informativo. No es que sea bueno o sea malo, es que es así. Por lo tanto, las noticias les llegan más reposadas, no tan afiladas (salvo alguna excepción) y las someten a esa otra energía llamada «sabiduría popular». Lo importante quedará, lo superficial se disolverá. Por mucho que se empeñen esos tertulianos incendiarios o esos periódicos obsesionados en explicar las cosas como les gustaría que fueran y no como son realmente. La gente, con sus vidas a cuestas y el tiempo y el esfuerzo que eso conlleva, quiere saber cómo evoluciona Schumacher, por ejemplo, y no entiende ni tiene ganas o tiempos de analizar lo del Canal de Panamá y la empresa Sacyr, que ahora dice que todo vale mucho dinero. Vaya novedad, por cierto. Cualquiera que haya hecho obras en casa sabrá que el presupuesto inicial es tan solo una broma respecto a la factura final.
Pero a pesar de todo, la gente es optimista, la gente es buena, la gente quiere que las cosas vayan bien. El Gobierno lo sabe y saca pecho con las cifras del paro, filtrándolas unas horas antes (a pesar de que lo nieguen), para conseguir el efecto de zanahoria gigante atada a un palo y ponerla delante de todos los españoles. Bueno, vale. Mejor esto que una patada en los huevos, que decían en mi pueblo los optimistas de antaño. Baja el paro. Muchos se alegraron y es justo reconocer la buena voluntad de esa alegría. Menos parados: ¡Bien! En ese momento no te acuerdas de que el Estado de bienestar se está erosionando a marchas forzadas. No caes en que la sanidad pública está bajo mínimos (ojalá no la necesites) o en que los bancos, después de recibir una increíble inyección de dinero, siguen despidiendo y cortando el grifo del crédito. Por poner solos dos ejemplos. No, no. No te acuerdas de eso. Solo ves lo bueno de que disminuya esa lacra del paro. Me viene a la cabeza mi amigo Leopoldo Abadía, que siempre dice: «Yo hablaré del final de la crisis, de buenos augurios, el día que empiece a bajar de verdad el paro». Hoy deber ser uno más de los optimistas. Optimistas, a pesar de todo.
«El Berenjenal» en Interviú.
Espain, la cuenta atrás
ESPAIN, lo nuevo y más grande de La Shica, ya ha entrado en su cuenta atrás. Estrenamos este jueves, tras más de un año de preparativos. He tenido el placer de asistir a un proceso creativo profundo, divertido, intenso y muy enriquecedor. El tipo de trabajo que bendices haber aceptado porque te pone a prueba, te motiva, te abre la mente… La Shica ha luchado todo ese tiempo para tirar adelante su sueño y, ahora, toca presentarlo en sociedad, esperar el resultado, vivirlo y gozarlo. Estoy seguro de que va a hacerlo con la pasión que ella le pone a todo. Si pueden no se lo pierdan. ¡Venga! ¡Otro café!
Vitoria ama la televisión
Este es un articulo escrito desde la emoción. Osea: totalmente subjetivo e influenciado. Ahora que lo pienso, como todos los artículos vamos, porque se supone que para eso nos pagan, para escribir lo que opinamos, lo que nos dictan las tripas con el mínimo de filtros posibles.
Quiero hablar de Vitoria, de su FESTVAL de Televisión, donde hace unos días tuve el tremendo orgullo de recibir un premio, de sentirme querido y respetado y de, comprobar, que aman la televisión. Claro, esto te marca y voy a estar agradecido de por vida. Todo el mundo quiere que le quieran, esto es así. Se trata, además, del principio activo que mueve a todos los artistas: «Querer ser querido, querer gustar». En efecto, trabajamos con la parte más blanca de ese monstruo llamado ego al que hay que saber dominar. Sin ego, sin ganas de gustar, de recibir cariño y de devolverlo actuando, vale más que te quedes en casa. Por eso te emociona vivir unas horas en las aguas calientes y acogedoras del FESTVAL que, después de cinco años, se ha convertido en la gran cita, el gran escaparate de la televisión en España. Se dan premios, se dan charlas, se debate, se reconoce, se «celebra» la televisión. Y eso está muy bien porque mi oficio (como tantos) vive siempre bordeando el descrédito y la banalización. Buena parte de culpa la tiene la maldita crisis. Menos dinero de publicidad igual a menos inversión, igual a menos riesgos, igual a televisión de batalla, de gran consumo. Cuando la pobreza entra por la puerta, la calidad salta por la ventana.
La televisión se mete en millones de hogares, coloniza su ocio y eso es algo muy serio. Vitoria lo sabe, ha dado primero y ha dado fuerte. Mi felicitación para todos ellos, mi modesto consejo de que no solo celebren si no que cuestionen, empujen, aviven el fuego de la creación y la calidad. Estoy convencido de que lo van a hacer. Cuando recibí el premio dije de todo corazón que cambiaba todas las buenas palabras por tener programa el lunes. Porque creo que las cosas se arreglan y se mejoran trabajando en ellas. Y en eso estoy, aunque no es fácil. Era mi manera de decir que amo este oficio, que me cabrea cuando hace cosas que no me gusta, que me estremece cuando me sorprende positivamente , que me subleva cuando lo veo en manos de desaprensivos y que creo fervientemente en su brillante futuro. Depende de nosotros. Como siempre.
Fotografías de FestVal
A por la semana
Venga.
¡¡¡Con ganas!!!