Como comportarse ante la tragedia

Jueves, 5 de septiembre de 2013

La tragedia es ese manto oscuro, una cortina translúcida de tristeza que llega sin avisar y transforma la vida, lo cambia todo. La tragedia es la expresión más radical del dolor colectivo que anula la alegría (se diría que la ahoga) y nos pone ese nudo en el estómago, nos recuerda nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad. No nos merecemos la tragedia. Nadie se la merece, y cuando aparece, araña nuestra alma con sus garras y no sabemos qué hacer. Nos desenfoca, nos distorsiona, nos altera… La maldita curva a cuatro kilómetros de Santiago se ha convertido en el epicentro de esa tragedia indeseada.

Alguien me decía por Twitter: «Cada día hay cientos de tragedias en el mundo». Sí, vale, pero el ser humano no puede gestionar tanto dolor y es normal que le afecten las más cercanas y piense: «Podía haber sido yo». Esa diabólica lotería. Como también es normal que se busquen explicaciones en este mundo actual tan inmediato e interconectado. «¿Por qué corría tanto ese tren en una zona limitada?». En las mismas redes aparecieron mensajes de sensatez. «No al linchamiento del maquinista». «No al juicio prematuro y sin toda la información». Estoy de acuerdo y me parece un signo de madurez social que se expresara todo eso y que se hiciera todavía con las ambulancias yendo y viniendo.
Así lo pensé.

Ahora creo que quizás me equivoque retwiteando una información donde se publicaban fotos y comentarios sobre el gozo de la velocidad en Facebook, por parte del mismo maquinista meses atrás. Una página que se borró tras el suceso. Confieso que no había ningún ánimo de linchamiento. Yo no soy así, ni la mayoría de la gente es así. Tampoco creo que el diario en cuestión lo pretendiera. Se trataba, se trata, de buscar esas explicaciones, de explicar lo inexplicable. «¿Por qué corría tanto ese tren?». Como si la explicación calmara el dolor, cosa que no es cierta, pero, insisto, está en nuestra condición humana. Todo volverá a una normalidad, pero no sirve esa palabra. Normalidad. Ya nada será normal para cientos de personas. Por el respeto a las víctimas, además de nuestro apoyo, quizás podríamos revisar cómo nos comportamos ante las tragedias. Todos: ciudadanos, periodistas, políticos… Todos.

«El Berenjenal» en Interviú.

Peor imposible

Sábado, 3 de agosto de 2013

Técnicamente dicen: «El 'caso Bárcenas' marca la agenda política del país». Una manera suave de decir que «el 'caso Bárcenas' nos tiene hasta los huevos a la mayoría de los españoles». Queda más fino el primer concepto, pero es más real el segundo. Cuando peor estamos, cuando más necesitamos un liderazgo de altura, con perspectiva, autoridad y personalidad en Europa y en el mundo, va y se destapa la caja (B) de los truenos y de los sobres. ¿Esta es la marca España? Peor imposible. Los ventiladores son para el verano. Y ahora esos ventiladores, enchufados desde los juzgados, están levantando las alfombras de Génova, provocando vergüenza ajena y un ambiente irrespirable, fétido, tóxico… No me extraña que la gente empiece a organizarse para mostrar su ira contra esta mafia de tres al cuarto. ¡Si hasta Bárcenas se parece a uno de los Soprano! ¡Vaya veranito nos espera!

El otro día hablamos del tema en nuestra función de teatro con Berto. ¿Saben una cosa? La gente, la buena gente, está cansada de todo esto. La gente buena no se merece este desfile choricero. Me pareció notar que el público no reaccionaba especialmente ante los despropósitos de última hora que íbamos recitando. Me dio que pensar. La gente había venido a reír y, de repente, les pusimos ante el espejo deformado y podrido de la situación política. Así que no se reconocieron, preferían reír, evadirse, que volver a encenderse por enésima vez. Era una mezcla de impotencia y hartazgo que (ojalá) tendrá su reflejo en las próximas elecciones. Sí, ya sé que tampoco hay una alternativa sólida, una salida%u2026 de momento. Todavía hay gente (¿especialistas?) que no está de acuerdo en la evidencia de que se está descomponiendo el actual sistema de partidos. Son los que sostienen que esa descomposición hará ingobernable el país. ¿Pero es que acaso lo es en estos momentos?

«El Berenjenal» en Interviú.

Cómo comportarse ante la tragedia

Jueves, 1 de agosto de 2013

La tragedia es ese manto oscuro, una cortina translúcida de tristeza que llega sin avisar y transforma la vida, lo cambia todo. La tragedia es la expresión más radical del dolor colectivo que anula la alegría (se diría que la ahoga) y nos pone ese nudo en el estómago, nos recuerda nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad. No nos merecemos la tragedia. Nadie se la merece, y cuando aparece, araña nuestra alma con sus garras y no sabemos qué hacer. Nos desenfoca, nos distorsiona, nos altera… La maldita curva a cuatro kilómetros de Santiago se ha convertido en el epicentro de esa tragedia indeseada. Alguien me decía por Twitter: «Cada día hay cientos de tragedias en el mundo». Sí, vale, pero el ser humano no puede gestionar tanto dolor y es normal que le afecten las más cercanas y piense: «Podía haber sido yo». Esa diabólica lotería. Como también es normal que se busquen explicaciones en este mundo actual tan inmediato e interconectado. «¿Por qué corría tanto ese tren en una zona limitada?». En las mismas redes aparecieron mensajes de sensatez. «No al linchamiento del maquinista». «No al juicio prematuro y sin toda la información». Estoy de acuerdo y me parece un signo de madurez social que se expresara todo eso y que se hiciera todavía con las ambulancias yendo y viniendo.

Así lo pensé. Ahora creo que quizás me equivoque re tuiteando una información donde se publicaban fotos y comentarios sobre el gozo de la velocidad en Facebook, por parte del mismo maquinista meses atrás. Una página que se borró tras el suceso. Confieso que no había ningún ánimo de linchamiento. Yo no soy así, ni la mayoría de la gente es así. Tampoco creo que el diario en cuestión lo pretendiera. Se trataba, se trata, de buscar esas explicaciones, de explicar lo inexplicable. «¿Por qué corría tanto ese tren?». Como si la explicación calmara el dolor, cosa que no es cierta, pero, insisto, está en nuestra condición humana. Todo volverá a una normalidad, pero no sirve esa palabra. Normalidad. Ya nada será normal para cientos de personas. Por el respeto a las víctimas, además de nuestro apoyo, quizás podríamos revisar cómo nos comportamos ante las tragedias. Todos: ciudadanos, periodistas, políticos… Todos.

«El Berenjenal» en Interviú.

Verano infernal

Viernes, 19 de julio de 2013

La semana pasada, el verano nos enseñó su peor cara. Era como si el infierno se hubiera dejado las puertas abiertas y un calor abrasador, insolente y autoritario lo envolviera todo. Más que calor, era un horno abierto. El aire quemaba y las nubes pesaban muchas toneladas, hasta que explotaban porque no podían más y, en un intento de apagar el incendio, descargaban lluvias alocadas y peligrosas. Todo muy extremo. Quizás fuera por eso (el calor no es bueno para nuestros maltrechos cerebros) que me pareció ver a Bárcenas como el señor de las tinieblas. El puto amo, el cancerbero del averno. Lo imagino sonriente, sentado sobre cientos de papeles de contabilidad a modo de trono y, desde esa posición de oscuro privilegio carcelario, tramando su plan de venganza contra sus excompañeros de partido. Todos esos políticos que supuestamente cobraban en B y que ahora se han puesto de acuerdo en negarlo tres veces antes de que cante el gallo. Y Pedro Jota, como un Tintín mesetario, viajando a ese infierno para desenmascarar a los malos, llevándose originales en su zurrón y poniéndolos a disposición del juez. Un juez que va loco, claro, y que tiene que volver a empezar.

En general, todo parece una serie de intriga política. Un «House of cards» de lastimosa pacotilla y nefastas consecuencias para todos. Porque esto es verdad y erosiona (más si cabe) la confianza de los ciudadanía en sus representantes. El calor arreciaba, pero Mariano no sudaba. ¿Lo ha hecho alguna vez? Incluso salió una heroína, Esperanza Aguirre. La mujer que siempre vuelve cuando menos te lo esperas. Esperanza alzó la voz e hizo un discurso de esos de película al que solo le falta música de fondo. Muy poco creíble, la verdad.
Así acabó el primer capítulo de la temporada, pero me temo que habrá más. Hay uno titulado Dimisiones, sobre el que los guionistas no se ponen de acuerdo y no se sabe si se va a rodar. En España no dimite nadie, sería inédito. Pero%u2026 alguna vez tiene que ser la primera, ¿no? Seguiremos atentos a Verano Infernal, la serie. (B) Verano Infernal, con una B entre paréntesis, quizás sería más irónicamente correcto.

«El Berenjenal» en Interviú.

El (otro) pesimismo

Martes, 16 de julio de 2013

Hay «otro» pesimismo. Uno que no responde al patrón de gente oscura, agorera y siempre negativa. Los pesimistas están muy mal vistos, y mucho más ahora que florecen los gurús de debajo de las piedras, como hechiceros de una tribu triste y sin horizontes, que vendríamos a ser todos nosotros. Los otros pesimistas de los que hablo son gente a la que le asiste la razón, un cierto estudio sincero y sin tabués de las cosas (gente informada, con criterio) y, en consecuencia, con un pronóstico nada amable de lo que nos queda por delante.

Digo esto porque he coincidido con algunos últimamente y me han dejado tocado. Son personas vitales que quieren con todas sus fuerzas que todo vaya bien, pero… Un hombre mayor, ilustrado y simpático, me dijo una tarde con un helado en la mano: «El capitalismo ha fracasado como lo hizo el comunismo en su momento. Al comunismo se le dejó caer, pero con el capitalismo no va a pasar. Hay demasiados intereses como para que eso suceda. Ya verás, ya…». Tuve que lamerme la mano, porque el chocolate (amargo) chorreaba por ella. Otro. Un amigo rockero de profesión. Músico, soñador pero currante. Huyó de la Argentina oscura de Videla y construyó su vida en España. «Todo es una gran farsa. El sistema se está purgando para proteger y reforzar a las clases dominantes. Un día hablarán de recuperación, pero no será verdad, lo que tendremos será una enorme brecha entre los que más tienen y los más pobres. Habrán ganado. Otra vez». Nos despedimos. Mientras volvía a casa recordé a Sampedro cuando decía: «Los poderes económicos están fuera de todo control político». Me miré en el espejo. «¿Qué significa, a día de hoy, ser optimista?». No me contesté.

«El Berenjenal» en Interviú.

Ver más