Los premios Gaudí

Lunes, 4 de febrero de 2013

Hoy estoy cansado pero contento. Siento esa satisfacción que compensa el esfuerzo, algo muy agradable. Anoche hicimos la quinta edición de los Premis Gaudí del Cinema Català y creo, sinceramente, que quedó muy bien. No era fácil. Nada es fácil. Debo compartir el buen resultado de la gala con el enorme talento de todos los que me han rodeado.

Una gala de estas características es un verdadero enjambre de profesionales que se dejan hasta el último aliento en favor del espectáculo. Es como construir un barco que solo navegará unas horas. Una locura. La lista es muy larga: desde los jóvenes brillantes del ESCAC con los que rodamos el corto de entrada, hasta los equipos técnicos, de guión, vestuario, maquillaje, producción y muchos más. La situación actual no permite la contratación de un gran número de profesionales, así que la presión sobre los escogidos se multiplica. Otro reto (superado) para todos ellos. Gracias a todos los actores y directores que «jugaron» con nosotros, a TV3 por redoblar su apuesta televisiva y, sobretodo, a la Academia Catalana del Cinema por confiar en EL TERRAT. La verdad es que llevamos un buen número de eventos de estos. ¿Nos estaremos especializando?

Yo me lo pasé muy bien. Volví a sentir ese cosquilleo (una mezcla de adrenalina, nervios y emoción) de las buenas noches televisivas. Es lo que más me gusta en este mundo. Lo mejor es haber gustado a la gente del cine catalán porque de eso se trataba. Era su fiesta. Misión cumplida. Recuperé un Gaudí de chocolate, dije lo que quise, me puse el traje azul más feo de la historia y tuve la sensación de estar en el sitio adecuado, con el equipo perfecto y ante un público amigo. Pensé que me tomaría un día de descanso y es lo único que no voy a cumplir. Hace un día maravilloso en Barcelona, la comedia me ha rejuvenecido un poco y voy a «aprovechar» el tirón emocional. Gràcies a tots!!! Y ahora ¿qué hay que hacer?

Andreu Buenafuente i els Premis Gaudí

Cine dentro del cine

Martes, 29 de enero de 2013

Voy al cine a ver una peli («Bestias del sur salvaje». Una maravilla). Antes de la peli, sale un anuncio de los Premis Gaudí y aparezco yo. ¡¡¡Glups!!! Un impacto. Miró a mi alrededor pero nadie me conoce en la sala. Salgo en un cine pero no hago propiamente cine. ¿O sí? Verte en pantalla grande te enpequeñece un poco más.

Este miércoles empiezan los ensayos y el objetivo es conseguir una gala interesante, divertida y emocionante. Es un honor para El Terrat que nos lo hayan encargado y nos hemos rodeado de mucho talento para conseguirlo. Por eso me enrollé en una alfombra y me tiraron por unas escaleras. Es cine. Un poco de cine. ¿Pasó de verdad?

En el cine

Por Nacho

Lunes, 26 de marzo de 2012

Se trataba de apoyar a Nacho y la lucha de sus padres por una solución para sus problemas de riñón. Nos convocó Santi Millán y allí que nos fuimos. Sin pensarlo. No podemos ayudar a todas las causas, que más quisiéramos, pero cuando lo hacemos nos sentimos muy bien. Cuando la popularidad sirve para algo, te sientes mejor. Todo sea por Nacho. Si os interesa conocer más y echar un cable, buscad en ASDENT. Muchas gracias.

El Periódico

El crack de Sacha Baron Cohen

Martes, 28 de febrero de 2012

Hay que ser un crack para colarte en la alfombra roja disfrazado de dictador (promocionando tu nueva peli, claro) y tirarle las cenizas de Kim Jong-Il al reportero de televisión que te entrevista. Una hazaña al alcance de muy pocos cómicos que, aprovechando una rendija del sistema, pone en entredicho la pompa promocional de este evento.

Los Oscar consiguen que los odies y los ames al mismo tiempo. Es algo increíble. La crítica más repetida horas después es que no han sorprendido, que son previsibles e incluso aburridos.

¿Pero como van a sorprender? Los Oscar son el escaparate, la punta de lanza de la inmensa industria de este sector en Estados Unidos. A pesar de que pasen horas bajas de creatividad (como ha señalado un siempre acertado George Clooney), mueven muchísimo dinero y muchos intereses. En ningún caso van a permitir que la gala sea transgresora, se reinvente o provoque. Jamás.

Esta pensada para que hablemos de los vestidos (vaya aburrimiento) de los artistas, está perfectamente calculada para la televisión (de ahí la prisa sostenida, la brevedad de las intervenciones, el ritmo), y por encima de todo, debe generarte más ganas de ir al cine. Ya está. Estos son los Oscar.

Esta frustración permanente es un poco absurda ya que estamos esperando algo que nunca pasará. Solo hay que conocer un poco a los norteamericanos para ver como blindan los formatos que van bien, desnaturalizándonos si hace falta.

Hace poco vi el mítico «Saturday Night Live» y me aburrí como ostra. Una decepción. Era una sucesión de gags entre corte y corte de publicidad. ¡Qué lejos quedan los setenta con Belusi, por ejemplo! Un tipo genial que se encerraba en su camerino y decía que no salía cuando el programa es en directo. Luego salía, claro, y lo bordaba. Genialidad, incorrección, provocación…

Todo eso se ha ido diluyendo con el tiempo. Se ha ido amaestrando. Y los Oscar son la sublimación del amaestramiento. Por eso aluciné con Sacha Baron Cohen aunque solo fuera como pegarle una patada a un dinosaurio.

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