Carta a los reyes

Jueves, 3 de julio de 2014

QUERIDOS REYES 'MAJOS':

Soy un niño catalán de casi cincuenta años que todavía cree en los milagros. Lo de los milagros lo cuento ahora, lo de catalán al final de la carta. Creo en los milagros cotidianos, los de la gente normal. Esos que no reconoce el Vaticano. Hoy en día, para muchos españoles resulta un milagro llegar a final de mes. Como también lo es que la gente no se haya cabreado de verdad, viendo cómo nos cuentan (sin reír) que «ya estamos saliendo de la crisis, gracias al esfuerzo de todos». Últimamente se usa la palabra todos con demasiada ligereza.

Ya que me he portado bien durante todo el año (mejor de lo que me hubiera gustado), les hago llegar mi carta con el sueño de que se vean cumplidos mis deseos. Además, me han dicho que son ustedes mágicos. El día de su coronación, por ejemplo, desaparecieron por arte de magia todos los símbolos republicanos y si ponías la tele o leías los periódicos, se respiraba una unanimidad y una genuflexión colectiva que luego no encontrabas en la vida real. Debía tratarse de un truco. Les felicito por eso. A ustedes y a los siete mil policías que velaron por la «seguridad». Yo, ante siete mil policías, no digo ni que soy del Barça y podría confesar que maté a Kennedy a mis cuatro años de edad. Cada vez que veo un policía, creo que he hecho algo delictivo, es un problema que tengo. Un eco del pasado.

Un servidor de ustedes y del Ministerio de Hacienda creía que un país normal podía discrepar en libertad y que las opiniones, por diversas que sean, conforman el carácter de un pueblo. Eso no es ni bueno ni malo. Sencillamente es lo que hay. Porque esos a los que ustedes llaman «súbditos» son cada uno de su padre y de su madre, y tienen mucha mala leche en la intimidad. A la gente se les convence con normalidad/modernidad democrática, con transparencia y con ética. Las pompas y las circunstancia parecen de otro siglo. Quedan muy bien en las fotos, pero nada más. Lo más sano sería escuchar a todas las minorías, valorar todas las opiniones, consultar y luego gobernar en consecuencia. Pero, bueno, no me hagan mucho caso porque yo soy cómico y estoy todo el día diciendo tonterías. De momento me pagan por eso. No mucho, pero no me quejo. Está la cosa como para quejarse, ¿saben? Me siento un poco raro escribiendo esta carta. Todo es un poco extraño porque hace calor, es verano y no se ven renos, ni Papa Noeles, ni tampoco suenan los villancicos de siempre. Además, me han comentado que los Reyes, antes, eran sus padres. Eso les iguala, solo un poco, con la mayoría de mortales. Confío que la magia sea hereditaria, y los hobbys, no. Les pido que naveguen menos y escuchen más. Que no cacen, que recorten sus gastos como hemos hecho todos.

Les he comentado que soy catalán. Mis padres nacieron en Andalucía y vinieron a Cataluña a ganarse la vida. Después nací yo. Así pues, solo tengo agradecimiento para mi tierra. Y respeto. Por eso no puedo hacer otra cosa que respetar a la mayoría de los que viven aquí y todo lo que deseen para prosperar. Ahora Cataluña plantea el reto más importante de su historia. Algunos lo ven como una maniobra política, pero yo creo que es algo mucho más importante. Se trata de un sentir ciudadano, social y sentimental. Les aseguro que es gente buena que quiere ser escuchada. ¿Qué van a hacer ustedes al respecto? La misma España que ha tolerado su coronación está en plena transformación. Las estructuras mentales, institucionales y capitalistas parecen agotadas y ahora se trata de evolucionar. No hay otro camino. Ustedes pueden ponerse del lado de los poderosos, los que no quieren que nada cambie para mantener su estatus, los amantes del besamanos, los interesados, o bien del lado de la gente normal que necesita cambiar la Constitución y limpiar y renovar el panorama político y social. Entre muchas otras cosas. Estoy convencido de que se pondrán del lado que más les interese.

P.D.: Ah, se me olvidaba lo más importante. Siempre me quedé con las ganas de que los Reyes me trajeran un Scalextric. ¿Tienen ustedes manera? Muchas gracias.

«El Berenjenal» en Interviú.

Un traje para la infanta

Miércoles, 5 de marzo de 2014

Mi equipo nos obsequió con una genialidad. Se trataba de preparar un desfile de moda alternativo, con el humor y el sarcasmo como elemento común. Se pensaron varios vestidos, pero este me robó el corazón. Por delante era un traje chaqueta, por detrás iba forrado de ladrillos. Ideal para que la infanta fuera a declarar al juzgado de Mallorca y pudiera mimetizarse ante la prensa. La Casa Real lo descartó «por motivos de seguridad», un argumento que sirve para todo porque lo primero es la seguridad, además de tener salud.

«Fotodiario» en El Periódico

Un traje para la infanta

Periodismo «monárquico» entre algodones

Jueves, 9 de mayo de 2013

Cada minuto que pasa se deteriora un poco más la imagen de la Casa Real. Es un tobogán de descrédito y su consiguiente desafección popular. Pero lo más interesante resulta ser el seguimiento informativo del proceso de descomposición de la corona. Donde antes había un silencio (legislado y amenazante), ahora hay datos sonrojantes y mucho cachondeo popular.

Hay de todo. En el último número de Lecturas (la revista que le compro a mi madre), aparece en portada una infanta Cristina seria y ojerosa con el titular: «Cristina espera un milagro». ¡Un milagro! En el interior, una crónica calculada al milímetro en la que Urdangarín es el malo; la Infanta, no queda claro; la Reina, en el extranjero, «más solidaria que nunca»; el heredero, en su discreto tercer plano; y el Rey… (ahí está el tema), preocupado por cómo van las cosas. Una crónica de suave y edulcorada —sacarina, ya no azúcar— periodismo rosa y azul que refleja solo un 20 por ciento del verdadero malestar general. (Han sido muchos años de crónicas laudatorias de viajes y regatas, como para virar de repente al prerrepublicanismo).

Los escándalos reales se están cargando el mito del Rey garante de la democracia. Su inmunidad parece ser una alfombra que esconde cosas que no queríamos saber. Pero ahí están, y cada vez que Urdangarín baja la rampa del juzgado de Mallorca, toda la familia baja con él. Cada vez que un periodista habla del futuro de la monarquía, esquivando la incómoda verdad, un elefante se da de bruces contra un árbol en África. Seguiremos atentos.

«El Berenjenal» en Interviú.

Y que siga girando el mundo

Lunes, 31 de diciembre de 2012

Usted está leyendo esto, así que el mundo no ha terminado y ya podemos guardar en el desván de nuestros miedos infundados todo el rollo del calendario maya. Como mínimo, nos ha servido para no hablar de la crisis. Esta era la paradoja: la posibilidad de que todo se fuera al garete resultó ser un alivio en mitad del fango cotidiano. ¡Cómo estaremos! Escuché a alguien decir que «lo jodido no es que termine el mundo, sino que continúe tal como está». Y no le faltaba razón. Vienen días de buenos deseos, de Navidad descafeinada, de felicitaciones más laicas que otra cosa. Si hasta el Papa de Roma ha recortado el pesebre. Ahora dice que no había mula ni buey. Pues vale. Anda que no tiene otros problemas más urgentes la Iglesia por arreglar…

Lo religioso se va difuminando, poco a poco, cada vez más en estas fechas y se colocan en primer plano mensajes de crecimiento personal, de reflexión. Todo un poco forzado, la verdad. Recibo un mail con una estrella y una frase : «Lo esencial es invisible a la vista. Vive el presente». Lo intento, pero mira que es jodido el presente, ¿no? Yo lo que quiero es que todo esto pase rápido. Decía Cortázar que «en realidad, todas las cosas duran demasiado». La Navidad estaría a la cabeza de la lista. Pero, vamos, que tampoco quisiera amargarles «estos días entrañables». A ver qué dice el Rey en su discurso de este año. Tengo mucho interés en comprobar cómo puede hablar diez minutos esquivando todo lo que le afecta. Seguro que tiene buenos guionistas.

«El Berenjenal» en Interviú.

Jubilea, que algo queda

Jueves, 14 de junio de 2012

De «alucinante» o incluso de alucinógeno calificaría el concierto musical que celebraron en Londres para festejar el 60 jubileo de la reina. Vi a Robbie Williams rodeado de la Guardia Real entonando el «Let me entertain you», a Paul McCartney, Elton John, Stevie Wonder y a decenas de artistas más ante miles y miles de ingleses enfervorizados con su monarca. Banderas, himnos, imágenes de la sufrida posguerra, ovaciones… Un chute de autoestima con corona (colonias incluidas), fuegos artificiales y una Reina que no regala una sonrisa desde 1972 o así.

¡Los ingleses! Dicen que aman a su reina, aunque dudan y critican la institución y lo que cuelga: herederos que no heredarán, nueras díscolas o directamente estafadoras y lo más variado y estrambótico que pueda parir el papel couché. Esta movida no aguanta ni un minuto su traslación a España. Está nuestra monarquía para fiestas y conciertos… ¿Cuál sería el logo? ¿Un elefante? Aquí el Rey, mientras tanto, se ha ido a América a buscar dos cosas: dinero para nuestras arcas llenas de telarañas y credibilidad. Después del tropiezo africano, todo esfuerzo es poco. Le escuché decir: «Cuando trabajo mucho, como ahora, estoy muy bien». O algo así. Cómo cambian las cosas…

«El Berenjenal» en Interviú.

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