¿Vacaciones?

Jueves, 4 de julio de 2013

Hubo un tiempo (ya muy lejano) en el que te podías ir de vacaciones más o menos tranquilo porque habías trabajado durante once meses y lo habías dado todo. Ya no digo que tu trabajo fuera bonito, ni tu salario justo, pero habías trabajado y querías/podías parar un poco. Tu cabeza y tu cuerpo te pedían una tregua y sentías que te habías ganado ese paréntesis. Y lo comentabas con tus compañeros, se hacían bromas sobre los destinos, se te notaba un brillo en las miradas, una ilusión más o menos contenida. Había maletas desempolvadas, abiertas de par en par, donde metías todos los deseos para el verano. Deseos en pantalón corto, bañadores, biquinis, pasajes de avión y guías de países lejanos, casi mágicos. Todo eso vibraba en el ambiente, no importaba que unos meses después casi siempre decepcionara un poco el resultado. ¡Era verano!

Ahora no. Las vacaciones han pasado a ser casi clandestinas por una cuestión de pudor. En un país empobrecido y con millones de parados, no es de recibo ir alardeando de vacaciones. La gente lo comenta en voz baja, quitándole importancia, sin ganas de ofender. «Psé… nos vamos unos días, sí… por los niños, más que nada». Eso, el que puede, claro. La mayoría de los españoles van a ver cómo se funden julio y agosto entre ellos tal que un helado en el asfalto. Se difuminarán los límites de las semanas, porque las cuentas corrientes ya lo han hecho. Y volverán los modestos urbanitas a los pueblos, en un viaje un poco forzado a los orígenes. Allí siempre hay un familiar acogedor, mucha naturaleza, un restaurante barato o una playa preciosa en la que no hay que pagar (de momento). Y bocadillos. Muchos bocadillos.
Las Fiestas Mayores seguirán con el cinturón apretado, sin grandes alardes ni dispendios. Los coches saldrán poco a la carretera, se tomará mucho la fresca y se mirará la tele. En ella seguirá la procesión de corruptos entrando y saliendo de los juzgados, argumentando que no saben nada. Sus esposas, todavía menos. Y cada vez anochecerá más temprano y un día hablarán de la «vuelta de vacaciones» y nos preguntaremos cómo puedes volver de un sitio en el que no has estado.

«El Berenjenal» en Interviú.

La amabilidad de la gente

Martes, 25 de junio de 2013

Quizá haya escrito alguna vez aquí que me siento un privilegiado. No importa, porque puedo repetirlo y, sobre todo, saborearlo, valorarlo, decirlo bien alto para que quede muy claro. Me siento un privilegiado por muchas cosas, pero la que más me emociona es el cariño, la amabilidad que me transmite la gente. Hablo del gesto espontáneo, generoso y sincero de la gente común. La que no espera nada a cambio, la que solamente quiere hacerte saber que les alegras la vida y que te echan de menos. Cuando me lo dicen (últimamente ha repuntado), me la alegran a mí. Y no hablo del ego, ya que creo tenerlo colmado para varias vidas. El ego aburre. Una vez lo tienes amueblado y dimensionado para actuar, pues ya está. Hablo de otra cosa. Hablo de emoción, de cariño. Cuando me dicen cosas así, llenan mi vida, dan sentido a tantos esfuerzos, tantos sinsabores que se esconden en las cunetas de una carrera que ya viene siendo larga, como la de un servidor. Todo se olvida con un «Andreu, este café no te lo cobro, por tantas noches de compañía». ¡No me digan que algo tan sencillo no es un regalazo! Mi día a día está trufado de momentos así, y siempre, siempre, me pillan desprevenido y me emocionan.

La lista de detallistas anónimos sería más larga que la guía telefónica. La semana pasada, en un taxi: «Yo me muero y tú no te enteras. En cambio, te mueres tú y la gente dice: «Vaya putada»». Ahí tercié un poco, lo reconozco, y le dije al conductor: «Bueno, bueno. No va a morir nadie. Al menos en este trayecto». Risas, más agradecimiento, complicidades, alguna confesión. Créanme: la gente es buena por encima de sus posibilidades. Y su bondad anula a los cuatro hooligans amargados, que los hay, y que no bajan la media. La gente, la buena gente, me ha traído hasta aquí, y solo por ella, por lo que significa, vale la pena luchar por un mundo más divertido. E incluso hacerse fotos todo el rato.

«El Berenjenal» en Interviú.

El dibujante

Martes, 19 de febrero de 2013

Se llama Felix Zilinskas y expone en un café cualquiera. Una exposición modesta pero importante. Porque todo lo que le sale a uno de la cabeza es importante y todavía más si sabe darle cuerpo, forma, alma de tinta. Félix, además, estaba en el mismo local volcado literalmente en su pasión como un artesano. No pude evitar acercarme para saludarle. Le sorprendió un poco, cosa que nos confirma que la amabilidad escasea cada vez más. «Solo te quería felicitar». «Gracias».

Hay centenares, miles de dibujantes en todo el mundo, como él. Enamorados de los rotuladores, poetas silenciosos, críticos, ahuyentadores de fantasmas, solitarios que llaman al mundo desde sus universos personales. Hay de divertidos, de oscuros, de apocalípticos, de infantiles, de sarcásticos, de estilizados, de abruptos… Todos merecen mi admiración más sincera y los argumentos no cabrían en estas pocas líneas. Felix, antes de irse, me regaló un dibujo. ¿Quién regala algo hoy en día?

«Fotodiario» en El Periódico

Felix Zilinskas

El futuro

Sábado, 16 de febrero de 2013

Si hacemos caso de todas las previsiones más o menos razonables, el futuro que nos espera para 2013 y en adelante bien podría tener este aspecto. El camino que nos lleva hacia ese futuro sigue siendo de subida y zigzagueante: hoy vamos bien, mañana vamos mal, y viceversa. O sea que habrá que seguir sudando y dudando.

Parece un camino poco cuidado, apenas transitado, donde brotan malas hierbas, se nota la humedad y no se ve el final. En realidad todos los futuros se parecen porque no existen como tales, se construyen y se destruyen cada día y no tienen un final claro. Si tuvieran final, se llamarían «destino».

Según esta foto de la que estoy extrayendo las metáforas, en el futuro el tiempo será inestable. El cielo es azul pero las nubes oscuras se encargan de afear el horizonte. Habrá que ir tapados. Ya sé: los optimistas verán aire libre, todo por hacer y naturaleza. Los pesimistas, todo lo dicho antes. Conclusión: el futuro somos nosotros mismos. Con nuestras cosas buenas y nuestras cosas peores. Así es la vida. ¿No?

«Fotodiario» en El Periódico

El futuro

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