Animar en tiempos de crisis

Jueves, 11 de octubre de 2012

Lo mejor que me ha pasado en los últimos días ha sido comprobar, una vez más, la generosidad y la amistad desinteresada de uno de los hombres que más admiro: Karlos Arguiñano. El cocinero, con el que me une una bonita amistad, dijo en su programa que me echaba de menos, que volviera, que en estos tiempos jodidos hacía falta nuestro humor en televisión. Y, como siempre, lo dijo como si tal cosa, sin esperar nada a cambio, mientras iba tirando patatas cortadas a una sartén con aceite caliente. Me emocioné. Admiro mucho a Karlos, y todavía más desde que le conozco personalmente.

Todos buscamos que nos quieran. Todos necesitamos cariño, y ahora mucho más. Todos necesitamos que nos animen, que alguien abra una puerta de esperanza, que alguien detenga el rodillo diario de malos augurios repetitivos. Karlos (un elegido, sin duda) lo consigue, y el valor de sus ánimos, de su sabiduría de hombre común es incalculable. Más allá del rescate (que caerá sí o sí), necesitaríamos un ejército pacífico de Arguiñanos. Un escuadrón de hombres con gorro blanco, sonrisa, ese descreimiento gracioso, esas ganas de currar, de vivir y de que no le compliquen la vida los políticos, los banqueros y otras aves. Nos iría mucho mejor. Viviríamos más felices y mejor alimentados. Gracias, maestro.

«El Berenjenal» en Interviú.

Las ventanillas de los aviones

Viernes, 5 de octubre de 2012

Mitt Romney, candidato republicano en las próximas elecciones norteamericanas, dijo que no entendía por qué no podían bajarse las ventanillas de los aviones. Luego tuvo que matizar y disculparse. Como cuando dijo que no le preocupaban los muy pobres porque esos ya votaban seguro a Obama. Más disculpas.

Creo que los políticos se dividen entre los que son capaces de decir sandeces y los que, aunque las piensen, se las callan. Malos tiempos para el gremio en todos los países. Eso ya lo sabíamos. Y por si no nos acordábamos, miles de personas lo recordaron rodeando simbólicamente el Parlamento español. La policía, siguiendo órdenes, se puso las botas a porrazos y pelotazos. Mal. Triste, violento… mal.

En estos momentos, en los que la política y sus profesionales están en el punto de mira de una sociedad muy cabreada, es cuando hacen falta más que nunca políticos de verdad. Hombres y mujeres dispuestos a escuchar a la calle, a actuar en consecuencia, a plantar cara al destino con políticas justas, adaptadas a los tiempos. Hombres y mujeres que se dejen sus convicciones inamovibles en casa y abran su mente a negociar lo que haga falta para el bien común. Hombres y mujeres de Estado. La situación es tan grave, histórica e importante que se llevará por delante a todos los políticos resultadistas, partidistas, interesados, antiguos e intolerantes. Solo sobrevivirán los que estén a la altura de las circunstancias y no menosprecien la fuerza más grande que hay: el poder de la gente. De la gente de la calle.

«El Berenjenal» en Interviú.

La esperanza de saber, algún día, quién es realmente Esperanza

Jueves, 27 de septiembre de 2012

Dice Esperanza Aguirre que se marcha, que deja la primera y la segunda línea políticas. Argumenta temas de salud y temas personales. Nada que objetar, tan solo un deseo de mejora, faltaría más. Pero… algo no cuadra. El último gesto, driblando a todo, incluso a su partido, me confirma lo que siempre he sentido al verla y escucharla: no sé exactamente quién es. ¿Cuántas Esperanzas hay? Recuerden que la descubrimos metiendo la gamba con Pablo Carbonell en aquel añorado «Caiga quien caiga». Semana sí, semana también.

Parecía que le faltaba un hervor, pero luego ha sido ella la que ha hervido a los madrileños con una carrera siempre ascendente y una gestión disfrazada de populismo aunque preñada del más beligerante neoliberalismo. La derecha de la derecha. Privatizar, afear a los periodistas que no hacen lo que ella quiere, abroncar manifestantes, seducir a sospechosos inversores de casinos y un larguísimo etcétera de rasgos inequívocamente absolutistas, nos han alegrado un montón de días a los humoristas de este país. Pero…

Una mañana proclamaba off the record su odio a los arquitectos y por la tarde, aparentemente arrepentida, reconocía que «había dicho un montón de tonterías». ¿Nos la creíamos? ¿Lo hacemos ahora? ¿De verdad que se va a quedar callada con la que está cayendo? Su distancia abismal respecto a la cúpula de su partido no parece que vaya a sumirla en el silencio. A mí lo que me parece es que va a coger carrerilla. Aunque, como he dicho, no lo sé. Y, pensándolo bien, lo peor que le puede pasar a un político es que no te lo creas ni cuando dice que hoy hace sol.

«El Berenjenal» en Interviú.

Divorciarse

Miércoles, 26 de septiembre de 2012

Lo que Cataluña plantea a España es un divorcio, y veremos si puede ser amistoso. La manifestación o concentración del pasado 11 de septiembre en Barcelona fue un tsunami ciudadano sin precedentes. La gente arrinconó a la políticos, los dejó en la cuneta, les puso una silla y les dijo: «Sentaos y mirad. Esto es lo que pensamos». Si lo quieres ver, lo ves y si no, haces como el avestruz que, ante el peligro, mete su cabeza bajo tierra: «No lo quiero ver, no existe».

Ningún divorcio es fácil. Leo que, con motivo de la crisis, han disminuido un 24% y que los abogados se las ven y se las desean para rebajar las pensiones. No hay amor, ni hay dinero. Ese dinero (o mejor dicho, la ausencia de él) que tiñe y teñirá todo este proceso. Como aseguran muchos expertos, han sido la crisis y sus asfixiantes medidas gubernamentales las que han multiplicado las ansias independentistas en Cataluña. Por lo tanto, estamos ante un cóctel inédito e inquietante donde se mezclan sentimientos y economía. Un cóctel que se agita, declaración a declaración, desvarío a desvarío.

Desde mi infinita modestia, propongo algo que no se cumplirá: que hablen solo los que saben de lo que hablan. Parece una nimiedad, ¿no? Y mucho más aquí, donde opinar es gratis y ofender, un mérito. Se necesitan personas responsables y tolerantes para llevar el timón de uno de los episodios más trascendentes de la historia reciente. Voy a comprar palomitas, que ya ha empezado la peli.

«El Berenjenal» en Interviú.

La independència

Miércoles, 12 de septiembre de 2012

Per a alguns, la paraula Independència provoca esgarrifança. Per a altres, es tracta de l'expressió d'un sentiment, d'un anhel, d'un legítim desig. Qui té l'autoritat moral de demonitzar un sentiment? La Diada de Catalunya, aquest 11 de setembre, venia calenta. Mai com ara (que jo recordi en els últims anys), s'havia detectat un auge tan important de les ànsies independentistes a Catalunya. Estem parlant de mestresses de casa, electricistes, conductors d'autobús, de gent comuna amb prous dits de front. Ja no parlem de radicals o d'extremistes (que hi ha i per a tot arreu). S'equivocaran els que ridiculitzin, menyspreïn o estigmatitzin els independentistes, des de la visió monolítica i intocable de l'Estat espanyol. Els Estats, com la vida, estan en constant transformació, s'adapten, responen i reaccionen a les circumstàncies, les crisis, les faltes d'expectatives, els desequilibris… A tot. Tot afecta.

Una societat la formen TOTS i s'ha d'escoltar i respectar a tots. S'ha de dialogar, escoltar, pactar, ser més llestos que els problemes, avançar-se a ells i RESPECTAR. Si no s'actua així, no tenim res. Bé, sí: tenim un munt de gent distanciada de forma abismal, separada com continents, reprimida i intolerant. S'haurien de transformar les amenaces en oportunitats per al diàleg, per sumar més que per distanciar-nos. Jo no tinc una idea clara sobre la independència de Catalunya. No m'agraden les fronteres. Això no treu que respecti a tot el món i a les seves idees i exigeixo que sigui mutu. Si jo fos president d'Espanya, em prendria el tema molt seriosament (de fet seria la meva feina) i no tiraria d'arguments metafísics en una època cruament pragmàtica i amb milers de catalans al carrer. Gent que no vol enfrontar-se a ningú, segons han dit. Només volen reafirmar-se en la seva identitat. I això és tan íntim i personal com els somnis.

«La independencia«

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