Salimos del plató cuando creemos que así se puede contar mejor un tema. Lo hacemos de vez en cuando y siempre —aunque lleva mucho trabajo— nos compensa. Gracias al equipo que hizo fácil lo difícil: grabar en tiempo récord, no desperdiciar ni un segundo, convertir la prisa en calma y mucho más.
Así se vivió «Volveremos», una aproximación a esa crónica de los que han tenido que irse para buscarse la vida. ¿Cuándo volvemos a salir?
Algunas noches, antes de empezar, me emociona pensar en todos los que me acompañan. En un equipo entregado que ríe y disfruta. Será que me hago mayor, pero pongo eso en valor y me emociona. Como cuando pienso en el talento de los cómicos que me rodean en pantalla. Berto, Raúl Pérez, Broncano, Joaquín Reyes, Sílvia Abril, Coronas, Juan Carlos Ortega, United Unknown (videos geniales), David Fernández… y más. Muchos más. Yo diría que son de lo mejor de la comedia en España.
Si hemos podido crear un habitat favorable para la comedia donde brillan como nunca es gracias a ellos, a la suma, a los guionistas y miembros del equipo y a nuestros seguidores. Si, además, a los compañeros les gustan y se sienten orgullosos en «Late Motiv», el placer es máximo y se nota. Vaya si se nota…
Qué buena cara se te queda cuando las cosas salen bien. Y mucho más cuando «la cosa» es un pedazo de reto: sacar un show grande de su plató habitual y llevarlo a un teatro. Casi sin ensayos ni pruebas. Confiando en la profesionalidad de un equipo impresionante, espoleado por la ilusión y confiando en un buen público, en este caso Barcelona.
Y salió bien. Bien no, muy bien. Y no se imaginan la ilusión que nos hizo. Durante los tres días en Barcelona una emoción muy especial marcó todos los momentos televisivos que vivimos. Todos. Cuando esto sucede (que no es fácil) te sientes especial y afortunado. Así lo vivimos. Quiero volver a agradecer al equipo su pasión y entrega, a los invitados todo su apoyo y al público esa manera de decirnos que nos quieren. Lo que yo quiero es volver a salir y hacer televisión ante miles de personas. Vibrar y disfrutar con ellos y para ellos. Reír, emocionarnos, con buenos invitados y música en directo. ¿Quién no quiere eso?
Queríamos que viniera Bob Dylan al programa para hablar de lo del Nobel. Le llamamos pero no nos cogía el teléfono. Claro. No se lo coge a la Academia, nos lo va a coger a nosotros. El caso es que me acordé de Pablo Carbonell y le llamé.
Estaba en Valencia con sus actuaciones. Me dijo que no me preocupara, que el tenía la manera de conseguir que Dylan viniera. ¿¿¿Cómo??? Nunca subestimo a Pablo pero esta vez me pareció demasiado. Confié en él (como siempre) y no me decepcionó. ¡¡¡Es lunes por la noche, ahí esta Bob Dylan!!! Quizás con un aspecto más parecido a Marlon Brando pero ya se sabe que los famosos cambian mucho en persona. Se calzó su sombrero de picador, su guitarra y habló cantando. Que no quiere el Nobel, dice. Luego se fue por donde había venido. Y todos tan contentos. Gracias Pablo.
Se lo dije nada más verlo: «no sabe lo importante que es para nosotros, para todos, que haya aceptado venir». Y luego me vine a arriba: «usted es como el Papa de la televisión. Su presencia aquí nos bendice». No sé de dónde saque el símil religioso. Serían los nervios, seguro. Porque estábamos nerviosos y emocionados. Era una tarde-noche muy especial. Nuestro equipo de producción consiguió lo que parecía imposible: que Chicho Ibáñez volviera a la tele un rato.
Llegó una hora antes y aceptó esconderse para sorprender a J. Bayona. El director venía a presentar «Un monstruo viene a verme» y no tenía la menor idea de que él mismo iba a «gozar» de esa experiencia a través del propio titulo de la peli. De repente, Bayona se convirtió en niño y el monstruo —sabio, enorme— era Chicho.
Cuando entró en el plató todo cambió y eso solo lo consiguen las leyendas. Nuestra emoción, la sensación de que aquello era único, era el reflejo emocional de toda una generación (o varias) que quería agradecer a Chicho su inmenso legado. Y así lo hicimos. Nos adaptamos a su tempo, congelamos las prisas, abrimos las orejas y gozamos de su presencia. A pesar de sus limitaciones, Chicho conserva la ironía, la rabia y las ganas. Confesó que le quedan muchas cosas por hacer y que gozó de su época a pesar de la responsabilidad de reinventarse cada semana.
Todos somos hijos de Chicho. Los del cine de misterio y los de la tele. Espero que pudiéramos comunicarle eso, que se sintiera a gusto. Me confesó su hijo, mediador y conseguidor de la visita, que se quedó con ganas. Pues oye, a por otra. Un especial si hace falta. Haremos todo lo que esté en nuestras manos para conseguir que la «bendición» no cese. Fue una de las noches más bonitas que he vivido en televisión.