Todo bien en los estudios de Movistar donde emitimos 'Late Motiv'. El que está a mi lado es Xen Subirats, productor ejecutivo. Trabajamos seriamente un programa de risa. Esa es la mezcla: seriedad/risa y un casi nulo sentido del ridículo. Venga. Hasta luego.
Todo en orden
Glups
Vamos marchándonos
Bueno, pues ya está. Vamos tirando que se ha acabdo la temporada. Horas y horas de televisión hechas con el corazón, con las tripas y con todo el cuerpo en general. Siempre buscando sorprender y descolocar porque ese es, a mi entender, el principio básico de la comedia: la sorpresa, romper lo previsible, el orden establecido. A veces lo consigues, otras no. Pero lo buscas y la provocas cada noche y te exiges lo mejor de ti mismo. Por amor al oficio y por respeto al que te está viendo.
Eso es LATE MOTIV, posiblemente el mejor programa que hemos hecho. ¿Por qué? Porque sabemos más, somos un equipo enamorado de lo suyo, disponemos de la confianza de nuestra televisión que apuesta por «otra» manera de hacer. Y así da gusto.
Personalmente, me voy muy satisfecho de vacaciones y con la cabeza en la próxima temporada. Solo queda dar las gracias a todos nuestros seguidores que noche a noche, día a día, nos acompañan en este cambio de paradigma de la televisión tal como la conocíamos. Ya no es la audiencia fija que está viendo la tele a las once de la noche solamente. Las cosas están cambiando.
Luego está YouTube, Twitter, Facebook y hasta Whatsapp. Los buenos contenidos corren como la pólvora, se ven a la carta, se ve el programa entero, se picotea, se reenvía. Lo que sea. Me gusta pensar que estamos ahí: en ese cambio, en el signo de los tiempos. Muy moderno todo, vale, pero con la comedia como arma. Tan antigua, tan clásica…
Feliz verano.
Ignatius, otra vez
Y Rosendo ofició el rock and roll
Rosendo ya es una leyenda aunque a él no le mole mucho eso. Pero, amigo y respetado rockero, esas cosas no se eligen. Esas cosas pasan después de muchos años de honestidad, de coherencia y de carretera.
Y en ese punto está el de Carabanchel y sus canciones que, como ha dicho él mismo, son una suerte de autobiografía. Yo añadiría que también de «radiografía» de una España cansada de mamoneo, de una sociedad hastiada pero incomprensiblemente adormecida. Para eso está el rock: para gritarlo, para pasar las cosas por el rayador de una guitarra áspera, de una voz que clama más que canta.
No pude evitar hacer una foto en el backstage de «Late Motiv» de la maleta donde Rosendo guarda su guitarra y la play list de los conciertos. Algo así como un altar laico desde donde este hombre oficia hace mil años. Me emocionó ver como se le respetaba, como el público supo detectar que estaba ante uno de los pocos artistas auténticos que hay hoy en día.