Cuando el éxito es merecido

Domingo, 26 de mayo de 2013

Cuando el éxito sonríe a alguien que se lo merece, se produce una especie de justicia, un bienestar, un equilibrio sano y reconfortante. Llámalo «éxito» o «consagración» o algún otro sinónimo que no haya manoseado y desnaturalizado esta sociedad nuestra tan competitiva, a menudo hasta la náusea. «Éxito» pero de verdad, vamos. Bueno, pues creo que eso es lo que ha sucedido con El Celler de Can Roca, nombrado recientemente el mejor restaurante del mundo.

Si alguien se lo merece, son los hermanos Roca. Un tridente perfecto. Todos los que les conocemos estamos contentos, y esto no pasa muy a menudo. Mucho menos aquí, donde la envidia, la tiña, el resquemor son signos de identidad aunque nos cueste reconocerlo. Con los Roca, no. Todo el mundo quiere a los hermanos. Por su generosidad, por su perseverancia, por esa pasión e innovación nunca impostada. Por su fidelidad a los orígenes (el cariño y agradecimiento hacia su madre es algo digno de enmarcar). Ahora me acuerdo de la noche que entrevisté a Iniesta. Luego, al acabar, le dije: «Es cojonudo que todo esto te pase a ti, a gente como tú». Es lo mismo que les diré a los Roca cuando los vea.

«El Berenjenal» en Interviú.

Lapsus

Domingo, 19 de mayo de 2013

8 de Mayo de 2013. El presidente del Gobierno sube al estrado en el Congreso de los Diputados. Coloca sus papeles, retoca los micrófonos (en realidad los vuelve a dejar como estaban), se mira la hora (ignoro si la ve, a tenor de la mirada) y empieza su intervención: «Señor presidente del Gobierno, señoras y señores diputados…». Risas en el hemiciclo y esa mirada de Mariano. La Mirada. La cara de «ha pasado algo y no me he enterado, ¿qué será?». Son dos o tres segundos de inopia que bien podrían definir el estilo de gestión del Gobierno. Luego brotan las risas, alguna voz destacada que le hace saber el error y, finalmente, la famosa retranca de Rajoy: «No me he referido a ninguno de ustedes, no sé por qué aplauden». Los de su partido ovacionan la ocurrencia; en los socialistas, silencio.

Todo queda como un chascarrillo, pero hay más, mucho más. Me tiene fascinado la anécdota. Estamos ante un lapsus en toda regla. Si hacemos caso a los psicoanalistas (ahí, cada uno que haga lo que vea), el lapsus es la manifestación del inconsciente y tiene mucho más significado del que creemos. El lapsus es un atajo, una erupción incontrolable del inconsciente. Si así fuera, Mariano Rajoy viviría (y gobernaría) convencido de que otro toma las decisiones en su cabeza. Quizás un pariente de la famosa niña, vete tú a saber cuánta gente imaginaria vive en su cabeza. Según el lapsus y su significado, no podemos reprocharle nada de su gestión, ya que cuando habla de brotes verdes o se escaquea de los periodistas o no escucha los clamores sociales, en realidad no es él, es el otro presidente, al que, por cierto, no hemos votado. Así las cosas, Mariano habría vuelto a la casilla de salida de su biografía y volvería a ser un funcionario, un registrador de la propiedad, un escribiente, un pasante de los designios de esa inteligencia superior que está por encima de él y de todos nosotros. ¿A que se quedan mucho más tranquilos?

«El Berenjenal» en Interviú.

Periodismo «monárquico» entre algodones

Jueves, 9 de mayo de 2013

Cada minuto que pasa se deteriora un poco más la imagen de la Casa Real. Es un tobogán de descrédito y su consiguiente desafección popular. Pero lo más interesante resulta ser el seguimiento informativo del proceso de descomposición de la corona. Donde antes había un silencio (legislado y amenazante), ahora hay datos sonrojantes y mucho cachondeo popular.

Hay de todo. En el último número de Lecturas (la revista que le compro a mi madre), aparece en portada una infanta Cristina seria y ojerosa con el titular: «Cristina espera un milagro». ¡Un milagro! En el interior, una crónica calculada al milímetro en la que Urdangarín es el malo; la Infanta, no queda claro; la Reina, en el extranjero, «más solidaria que nunca»; el heredero, en su discreto tercer plano; y el Rey… (ahí está el tema), preocupado por cómo van las cosas. Una crónica de suave y edulcorada —sacarina, ya no azúcar— periodismo rosa y azul que refleja solo un 20 por ciento del verdadero malestar general. (Han sido muchos años de crónicas laudatorias de viajes y regatas, como para virar de repente al prerrepublicanismo).

Los escándalos reales se están cargando el mito del Rey garante de la democracia. Su inmunidad parece ser una alfombra que esconde cosas que no queríamos saber. Pero ahí están, y cada vez que Urdangarín baja la rampa del juzgado de Mallorca, toda la familia baja con él. Cada vez que un periodista habla del futuro de la monarquía, esquivando la incómoda verdad, un elefante se da de bruces contra un árbol en África. Seguiremos atentos.

«El Berenjenal» en Interviú.

Humor y tristeza

Miércoles, 1 de mayo de 2013

A menudo me preguntan si se puede hacer humor de todo, si hay algún límite. Suelo decir que, aparte de tu sentido común (eso, el que lo tenga), que te va guiando, sí hay un límite: ese límite es el dolor. El dolor, la pena, la tristeza… Grises sinónimos para un territorio estéril donde no hay broma que valga, donde no brota la sonrisa, donde no es de recibo plantear un solo chiste. Es cierto que luego está la famosa fórmula de 'tragedia tiempo = comedia'; pero cuando estás jodido, el tiempo pasa muy lentamente y la perspectiva no existe, todavía no la has vivido.

Pensaba en todo esto al conocer las últimas cifras del paro y ese maldito récord de los seis millones. ¿Dónde está la gracia? España es ahora un país triste. Cabreado, sí, pero también triste. De ceños fruncidos, pocas celebraciones y mucha mar de fondo. Así las cosas, ¿dónde nos colocamos los humoristas? Les confieso que a veces se te pasan las ganas. Ves el patio y piensas: «¿Pero cómo voy a mirar hacia otro lado? ¿Adónde voy con el surrealismo cachondo o el costumbrismo y las experiencias personales?». Piensas cosas así y luego te animas tú solo o te anima alguien inesperado. De alguna manera, es la misma gente la que te manda un chispazo.

Leí en Twitter un mensaje dirigido a mí: «Creo que ahora en España la única forma de contar lo que pasa es a través de los programas de humor». Cuando leo eso, me vengo otra vez arriba y pienso que ese debe ser el nuevo (o renovado) sentido de nuestro trabajo. (Ojo. Que cada uno haga lo que quiera. Yo no soy nadie para dar consejos). Lo que yo pienso es que ahora más que nunca debemos buscar la sátira entre las costuras de esta desagradable realidad. Convertirnos en válvula de escape de esta gran olla a presión. Humor casi terapéutico que no puede ni quiere olvidar lo que está pasando. Al revés. Humor con los pies en el suelo de la realidad por negativa que sea. Hay que pensar así y disfrutar de una risa útil, higiénica, renovadora, de la calle%u2026 Hay que hacerlo aunque haya seis millones de motivos para no salir de casa.

«El Berenjenal» en Interviú.

El Wyoming

Viernes, 26 de abril de 2013

Una vez besé a Wyoming en los labios y ante toda España. No sentí nada. No es mi tipo de hombre. Bueno, en realidad, ningún hombre es mi tipo de hombre en ese aspecto. Es lo que tiene ser heterosexual. Otra cosa, muy diferente, es el atractivo profesional, el magnetismo. En ese sentido, estoy rendidamente enamorado del hombre de la nariz imposible a lo Buñuel.

Hace unos días, pasé (literalmente) por «El intermedio». Ellos anunciaban que yo pasaría, y llegado el momento, extendieron una alfombra y, en efecto, pasé. Pasé de largo. No engañamos a nadie. Al día siguiente charlamos un rato. Todo eso vino a raíz de una petición que yo le hice antes: le invité a un documental que estoy rodando hace meses sobre el sentido y los efectos de la comedia. Ya les pegaré el rollo sobre eso…

Lo que hoy quería subrayar es el inmenso y decisivo papel que está jugando el programa «El intermedio» en estos delicados momentos. Ha tenido que ser un espacio originariamente pensado para la risa el que se haya convertido en el verdadero informativo que suelta verdades como puños y saca los colores de la enloquecida clase política. «El intermedio» tiene un equipazo, que capitanea Maikol Sánchez-Romero, el corazón del guión. Porque sin guión, sin preparación, sin trabajo, sin una tesis que hay que regar cada día, no tienes nada.

Hacía tiempo que no pisaba un plató y fue un gustazo hacerlo en el mejor de todos, el más conectado a la realidad, el más arriesgado. Wyoming lo mejora todo y él lo sabe y lo agradece. Creo que incluso sabe que su papel ahora es más necesario que nunca. Es bueno comprobar que lleva esa enorme responsabilidad con frescura a pesar del peso. Por eso lleva tirantes.

«El Berenjenal» en Interviú.

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