En Cataluña, espía como puedas

Miércoles, 22 de abril de 2015

En Cataluña (desde donde les escribo) tenemos un vodevil montado desde hace mucho tiempo que nos está dando un sinfín de alegrías, muchas tramas, giros y golpes de guion sorprendentes. Lo llamamos «La Camarga», por el nombre del restaurante donde Alicia Sánchez Camacho almorzó con una amante despechada de un Pujol. Aquella comida fue grabada por la agencia de detectives Método 3, y eso puso en marcha un bonito ventilador de cuyas consecuencias pujolianas todos estamos al corriente. Más o menos, claro, porque siempre tienes la sensación de que lo verdaderamente grave, la chicha del asunto, nunca la conoceremos. Pero lo interesante y hasta esperpéntico son los entresijos del episodio de las escuchas, más propios de Mortadelo y Filemón que de una vida política sana o adulta. Ahora resulta que nadie encargó la grabación. Los micrófonos se instalaron solos, como de oficio, en el florero del restaurante de marras. La agencia de detectives (ya han llegado hasta la comparecencia en una comisión del Parlamento de Cataluña) no concreta del todo, pero ya empieza a mostrarse muy cabreada con el tema y asegura con contundencia que el encargo vino del entorno más cercano de Alicia Sánchez Camacho.

También apuntan y dejan caer que dicho encargo llegó fruto de «unos ratitos de ocio relajados» con José Zaragoza. ¡Más madera! Zaragoza dimitió en su momento como secretario de Organización del PSC por este asunto. «Para no perjudicar al partido», dice, pero lo niega todo, por supuesto. Que digo yo que si no has hecho nada, por qué dimites, por qué te quitas de en medio, ¿no? Y luego está Alicia Sánchez Camacho. Inasequible al desaliento. Gallita y amenazante. Virreina popular, «la presidente», como parece que la llaman en su partido. Una Alicia con más sombras encima que las de Grey. Con mucho claroscuro, mucha sospecha, mucho escaqueo y mucho salir de los embrollos mordiendo.

Aquí, la que tiene que estar flipando es María Victoria Álvarez, la ex de Pujol. Una mujer zarandeada por esa convivencia con el más ambicioso del clan que, por algún motivo, pensó en airearlo todo. Se acercó a la clase política creyendo que sería su aliada, pero esta la aprovechó y ahora la han dejado en la cuneta como una colilla (todavía encendida, ojo). Ni las denuncias en los juzgados, ni la publicación de las conversaciones, ni la comparecencia en sede parlamentaria catalana han podido aclarar, culpar y castigar a nadie. De momento. Y ahí siguen las cintas. Como testimonio de un episodio vergonzoso. Seguimos para bingo.

Pedroooooooooooo
Una mala tarde la tiene cualquiera. La frase es de Chiquito, ese gran pensador español. Pedro Sánchez tuvo una mala tarde, el otro día, cuando votó por error con lo de la ley del aborto y apoyó las tesis del Partido Popular. Este hombre no tiene suerte. Una especie de error latente, de prueba constante, de provisionalidad, le persigue por todos lados. Los gurús de su partido no lo quieren, las bases igual sí, el electorado parece que no mucho, y los cómicos le amamos. Le estamos muy agradecidos. Aquella foto en la que apareció con una gran erección indisimulada en un mitin nos hizo entender que venían grandes momentos para la comedia. Y no nos está defraudando.

Malinterpreta, que algo queda
Durante la presentación en prensa de mi libro de dibujos «No entiendo nada» explico y atiendo a los medios. Lo hago con agradecimiento y mucha dedicación. Es muy duro hacer tantas entrevistas, pero es un honor contar tu trabajo. Y un privilegio. Lo sé, lo agradezco, espero estar a la altura… Hablo mucho. Pero mucho. De los dibujos, de la cultura, de la vida, de los miedos, del bendito vicio de dibujar, de todo… Hablo también, porque me lo preguntan, de un dibujo titulado «El debate identitario», donde dos especies de bichos que están en una rama aparecen girados, negados al diálogo. Explico, porque así lo veo, que el debate sobre la identidad de Cataluña, su encaje en España o no, todo, depende de una altura política, de un diálogo y una amplitud de miras democráticas que no veo. Este es un momento histórico, no el fin del mundo. Al día siguiente, algunos medios viscerales, sesgados y agresivos, solo hablan de eso en las redes. Y me llega su aliento. «Tú sí que eres un bicho», «Cállate», «Tú, que te aprovechas de España». Me doy cuenta, con tristeza, de que el dibujo retrataba exactamente lo que está pasando (por algunas cabezas). No por todas, por suerte.

«Memorias en diferido» en Interviú

Maldita muerte

Miércoles, 1 de abril de 2015

Ya está la maldita muerte arañándonos el alma otra vez. Sin piedad y por sorpresa, como solo ella sabe hacer. Intuimos que está ahí, al acecho, pero tratamos de ignorarla, de hacer nuestra vida como si nada. Ese sería, por cierto, el acto supremo de supervivencia: vivir ignorando que todo se acaba algún día. Pero ella siempre gana, a veces injustamente, precipitadamente, haciendo trampas. En la última semana, un avión de pasajeros se estrelló en los Alpes y toda nuestra fragilidad y nuestra pena se pusieron en evidencia. Una triste evidencia. «Estamos aquí, donde no queremos estar», decía una periodista. Voces serias, datos espeluznantes, muchas imágenes, alguna conjetura, pero sobre todo vidas truncadas. Silencio y una sola palabra que salía de nuestras bocas al ver las noticias: «¡Joder!». También fue un reto para los periodistas: el de contar lo sucedido sin hurgar en el morbo, respetando a la gente, a las familias, al propio hecho noticiable y no sus alrededores escabrosos. Diría que lo consiguieron, salvo algunas y previsibles excepciones.

Por una maldita casualidad, yo me encontraba presentando un festival teatral de comedia que inauguramos el próximo verano en Portaferrada. Se llamará Singlot. ¿Se puede reír en un día negro? No, claro. Solo se puede mostrar respeto y echar mano de un tópico tan manido como real a pesar de todo: «La vida continúa». Porque es verdad aunque no lo parezca. Luego, por la noche, mostramos nuestra solidaridad en el primer minuto, el público aplaudió (era su homenaje) y nos pusimos al lío. Es difícil, pero hay que hacerlo. Horas antes, un zarpazo de mezquindad arañó las redes. Algunos impresentables se alegraban en Twitter de que los desaparecidos fueran catalanes. La cara más oscura del ser humano. Ahí sí tiene que entrar la Justicia a saco. O se sanciona el exabrupto ofensivo sin que se pueda confundir esa intervención con censura, o se están dando alas a los desalmados. No nos lo merecemos. Por deleznable que fuera, no pudieron empañar una jornada de duelo y de sensibilidad a flor de piel. Y cuando estábamos digiriendo eso (si es que se puede), nos enteramos de la muerte de Pedro Reyes.

Un hombre que nunca debería morir
Así lo pensé. «Hay gente que nunca debería marcharse. Pedro era uno de ellos». El surrealista irreductible, la locura con patas, el payaso moderno que vivía y trabajaba al margen de todas las corrientes Era un género en sí mismo, un placer de compañero. Tuvimos la suerte de trabajar con él hace un tiempo. Le propuse una aparición semanal en nuestro programa. Hablaríamos sin guion previo, algo que me chifla y que solo puedes practicar con los más grandes porque de lo contrario es un camino de piedras. Lo llamaríamos «La entrevista más larga y rara del mundo». Aceptó, por supuesto. Sabía tirarse a las piscinas sin comprobar si había agua. Como hacen los buenos, los que a mí me gustan. Recuerdo la sonrisa que se me ponía en la cara la noche que sabía que Pedro venía. Me reía antes de empezar. (Ahí tienen un identificador de cómico brillante). Y siempre estaba a la altura. Soltaba sus tesis delirantes, sus interpretaciones sesgadas y rocambolescas de las cosas. Diversión en estado puro. Un niño con bigote. Siempre iba por una carretera secundaria del humor, lejos de lo previsible, algo que imagino le provocaba urticaria. Aquellas noches fueron memorables. Me quedé con las ganas de unir todas las charlas y tener como resultado una larga conversación de besugos televisada. Quizás sea el momento de hacerlo, porque todo homenaje, todo recuerdo, será poco.

No hace falta recordar (o sí) lo necesarias que son personas como Pedro Reyes en nuestro mundo actual. Gente luminosa y de colores que rompe la grisácea realidad, la seriedad, la impostura, el orden establecido. Es tan necesaria su aportación como grande el hueco que deja al irse. ¡Joder! Otra vez «¡joder!». Sí, ya sé que la vida es así y todo eso, pero ahora estoy de mal humor. Y eso es lo peor que le puede pasar un cómico. Tengo más cosas que contar, pero… nada luce, nada tiene sentido. Ya, si eso, otra semana, que encima será Santa. Como si eso pudiera arreglar la crueldad del mundo.

«Memorias en diferido» en Interviú

Rajoy es de los que envían SMS

Viernes, 27 de marzo de 2015

Sostiene Mariano que él va a seguir mandando mensajes SMS, en un nuevo e infructuoso intento de desligarse del asunto Bárcenas. Lo dijo en una entrevista radiofónica. Pero eso no es lo importante. Lo realmente destacable es que el presidente utilice ese sistema de mensajería cuando todo el mundo civilizado está en Whatsapp. Llámalo civilizado, llámalo actual, llámalo GRATUITO. Hace tiempo reparaba en ese reducido grupo de personas que todavía envían SMS. Es que les pega. Son gente especial, refractaria a los avances (masivos) de la tecnología. Por favor, que alguien se lo diga a Mariano. Que le diga que en Whatsapp, por ejemplo, puedes crear grupos y eso ahorra mucho trabajo. Podrían crear el grupo de imputados del PP. Bueno, quizá no sea buena idea. Creo que los grupos tienen un límite, no vaya a ser que salte el servidor del servicio y eso nos afecte a todos. Otra vez.

Mientras tanto, en Estados Unidos, Obama se planta ante la prensa y como si de un cómico se tratara suelta: «No sé por qué les hago tanta gracia. A lo mejor es porque aquí en Washington la marihuana es legal». También pasó por un late show y respondió a los tuits de sus seguidores, mirando a cámara, sentado en un taburete y sonriendo. Siempre con gracia (quizá se lo escriban, pero hay que decirlo bien), sabiendo estar, dominando la distancia corta, la complicidad, el tono de comedia adecuado, el sentido del espectáculo y hasta la autoparodia. Igual que aquí… En eso también nos ganan. Aquí parece que todo nos lo tomamos en serio, todo es agrio, irreconciliable y sagrado. Aquí nadie se relaja, nadie toma distancia. Todo es doctrina. «Conmigo o contra mí». Pensaba que este año, atiborrado de elecciones, podría ser un buen año para empezar e inyectar comedia, cercanía, algo de normalidad entre los políticos. Por pensar que no quede.

La RAE no reconoce populismo
Por extraño que parezca, la RAE no contempla la palabra populismo. Popularismo sí, pero no es lo mismo aunque se le parezca. Bob Pop les escribe y ellos, muy amables, nos dicen que en la próxima versión ya aparecerá. Ya lo tenían pensado, no es que seamos tan influyentes. Eso significa, entre otras cosas, que el diario ABC está cometiendo un error semántico en sus portadas-dardos envenenados/humorísticos contra los «salvajes» de la nueva izquierda. Que lo sepáis, ABC. Aunque me temo que ese es el menor y más soportable de vuestros errores.

Ibiza puede con (casi) todo
El matrimonio creativo formado por José Corbacho y Juan Cruz tiene nueva criatura. Es una novela y se llama «People from Ibiza». Tenía que ser un guion de cine y acabó en novela. Lleva la marca de la casa: vidas cruzadas y personajes cotidianos driblando sus miserias y sus grandezas. Pero esta vez el escenario es Ibiza, esa isla que tan bien conoce Corbacho. Pasan por el programa y nos da por analizar la grandeza de una isla que puede con todo. Con su mala fama, con el peso de la corona de capital mundial de la noche, con su jipismo de temporada y fashion. La isla es eso y un montón de cosas más. Como todas las islas, todos los sitios especiales y únicos. A pesar de las etiquetas, de una posible sobreexplotación de márquetin y de todas los excesos imaginables, Ibiza sigue orgullosa y receptiva. Sabe guardar secretos, se diría que hasta sabe perdonar autovías que la descosen con alquitrán y gente que no va a recordar nada de lo que vivió ahí. Siempre tiene un rincón tranquilo, una playa sin mucha gente, una cena íntima, una confesión, una caricia. Hay ruido, furia y también naturaleza, arte. Cemento y paisaje, gente fast-food un poco desquiciada y sabios con la piel quemada por un sol inclemente. No entiendo como «People from Ibiza» no se convirtió en película si la propia isla, en sí misma, ya es una superproducción.

«Memorias en diferido» en Interviú

¿Pero baja el IVA cultural o no?

Viernes, 20 de marzo de 2015

Ahí sigo con la duda. La semana pasada el diario ABC dedicaba una de sus contundentes portadas al tema y anunciaba: «El Gobierno bajará el IVA cultural». Cabe recordar que esta es una reclamación permanente, justificada, indispensable, algo que el sector formula constantemente. Algo vital y vergonzoso a la vez. Somos el país con el IVA cultural más caro de Europa. Quién sabe si se trata de una prueba piloto para ver hasta qué punto se puede machacar una cultura. Un experimento bizarro de aniquilación por desgaste, por asfixia. Bueno, así las cosas, el anuncio de Abc captó la atención. Otros medios se hicieron eco. Lo siguiente que sucedió fue que el Gobierno negó (con timidez, pero lo negó) tal medida. ABC insistió con su primicia: «El Gobierno busca el momento adecuado para anunciarlo». Me gustó mucho lo de «buscar un momento adecuado». Esa tarde colgué un vídeo en Twitter que me grabé yo mismo, donde se ve un pie pisando una especie de superficie lunar y una voz en off que decía: «Si baja el IVA cultural, será un pequeño paso para la cultura, pero un gran paso para la campaña electoral». Pero pasaban las horas y la medida no cogía cuerpo oficial. Por la noche decidimos llamar en directo al ABC. Lo denominamos «periodismo de investigación» y así, de paso, nos reímos un poco de las imposturas del gremio. Costó comunicar con el rotativo, pero al final contestó un señor. «Soy Buenafuente y estamos en directo. Si, por lo que sea, no quiere seguir hablando, no pasa nada». Algo así le dije. Estábamos haciendo una gamberrada, de acuerdo, pero avisando. Una broma bastante blanca, francamente. Lo he practicado en la radio toda mi vida.

Lo que vino a continuación fue un momento tenso e incluso agrio. «¿Qué quiere?». «Quiero que me confirme si se va a bajar el IVA». «Eso es lo que hemos dicho», apuntó muy seco. «Ya, pero el Gobierno no lo confirma, compañero». «¿Cómo ha dicho?». Con esta pregunta, con su pausa, me estaba recriminando que lo llamara «compañero». Lo pillé y no le faltaba razón. Yo también noté que me había precipitado. Todo se torció a partir de ahí. «Llame usted al Gobierno. Oigo risas, ¿estamos en un programa?». «Sí -le recordé-, ya se lo he dicho». Al final me colgó, no entró ni en el juego, ni en la conversación, ni en nada. Estaba en su derecho, faltaría más, pero perdió la oportunidad de ser amable. Después del sofoco, recordé que «nos hemos quedado igual, no sabemos si se baja el IVA de la cultura». Y así es. Mi modesto olfato me dice que Abc dispone de esta información, de una filtración seguramente interesada del Ejecutivo. Pero no deja de ser muy peliculero que el propio Gobierno lo desmienta. Como si les hubieran dicho: «Vosotros lo publicáis, nosotros lo desmentimos, pero es verdad. Cuando por fin se confirme, podréis decir que ya lo habíais avanzado». Algo así. O no. Hace tiempo que no entiendo el periodismo. Y cuando no entiendo algo, no me lo creo o me enfrío, me alejo de él. La prensa, últimamente, parece un juego barato de espías con intereses. Una mezcla de propaganda, de márquetin. Algunas portadas son más bien páginas de humor. Levantan más sonrisas que interés y, por supuesto, credibilidad.

«Memorias en diferido» en Interviú

Los Pujol tienen una serie

Miércoles, 18 de marzo de 2015

A medida que conocemos más detalles sobre la familia Pujol y sus presuntos escarceos con el fraude, aumenta la necesidad de escribir una serie sobre ellos. Creo que TV3 podría ser la cadena idónea para esta producción. Ríete tú de «Juego de tronos». Hay de todo. Herencias ocultadas durante décadas, expiación pública, espionaje, esposas despechadas, lujo, toda la familia salpicada… No sé a qué están esperando. Cuando los vi en la comparecencia ante la comisión de investigación del Parlament, pensé que esa era la escena inicial de la serie. Esa especie de psicoanálisis colectivo, ese mirarse al espejo de los catalanes y descubrir todo lo que no nos gusta… La serie empieza ahí y luego, a base de flash backs, nos lleva a lo más oscuro y profundo del «pujolismo». Un éxito asegurado. Y da para varias temporadas. Muchas, vamos.

El «caloret» de Rita Barberá provoca vergüenza ajena
La vergüenza ajena es una de las sensaciones más inquietantes que hay. Viene generada por alguien que no eres tú y, a pesar de eso, te sientes mal y te gustaría desaparecer. Es el lado oscuro de la empatía. Eso es lo que sentí al ver (sin dar crédito) a esa Rita Barberá, confusa y eufórica, anunciando las fallas en Valencia. Ya estamos acostumbrados al esperpento ritense, pero ese pisotear el diccionario, esa búsqueda del concepto «caloret», lejos de calentar, heló la sangre de los asistentes. Pero si hasta las falleras la miraban como de soslayo pensando: «Pero ¿qué está diciendo esta mujer?». Si yo pagara mis impuestos en Valencia, me habría echado unas risas como todos para, acto seguido, seguir preguntándome qué extraño fenómeno se produce cada cuatro años permitiendo que ocupe la alcaldía. Eso sí da «caloret».
P.D.: Leo con interés una entrevista al escritor valenciano Ferran Torrent, que publica nuevo libro. Siempre me interesa lo que dice. Es un tipo listo y crítico. Me deja de piedra cuando asegura: «Da vergüenza decir que eres valenciano porque se ríen de ti». Es durísimo. Y más viniendo de un hombre que ama su tierra. La ama tanto que le desespera la incapacidad de organización de la sociedad civil para expulsar a los corruptos gran reserva que medran por el Levante desde hace tanto tiempo.

Se me apareció por sorpresa Nacho Vidal
Una noche, en pleno programa, apareció una caja de cartón en mitad del programa. No había nada dentro y, de repente, apareció Nacho Vidal. ¡Superen eso! ¿Magia? Sí, por supuesto. Si no fuera así, todavía a día de hoy estaría en estado de shock. Detrás de todo estaba Jorge Blass. Nos presentó la nueva edición del Festival de Magia de Madrid, donde se van a congregar durante un mes los mejores del mundo y, claro, le hicimos trabajar. Tengo la impresión de que la magia vive una nueva época dorada y buena parte de la culpa la tienen los jóvenes profesionales. Magos que salen de los teatros con cámaras, que interactúan con los objetos de la calle, con cualquier cosa por insignificante que sea, con las nuevas tecnologías, con todo. Ahí está el Mago Pop, un auténtico crack, y sus viajes en el espacio tiempo. Blass me pidió entrar en mi cuenta de Twitter, fui a los que sigo y escogí al azar uno de ellos. Se trataba de Nacho, y este estaba en la caja. Estoy convencido de que mi fantástico equipo se compinchó con el mago, yo no me enteré de nada y de repente… ¡zas! Eso es la magia, ¿no? Lo que parece imposible, lo inexplicable, la sorpresa en mayúsculas.

«Memorias en diferido» en Interviú

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